lunes, 28 de diciembre de 2015

Iba a hacer un post de broma, pero eso es muy Diavolo.

HÁBLAME AL CHILE.


Saludos, gente. Para los que se hayan quedado con ganas, hoy seguiremos hablando de independientes, específicamente de la editorial Speakeasy Comics, fundada en el año 2004 por Adam Fortier que, sin ser gran figura, conocía el lado administrativo y editorial del medio, lo que le daba una gran ventaja... en teoría. A diferencia de otras editoriales surgidas por entonces, que se centraron en un sólo genero o unos pocos, Speakeasy quería abarcar muchos, desde la fantasía heroica hasta la ciencia ficción, al tiempo que ofrecía a sus autores mantener la propiedad y control sobre sus obras. Todo sonaba muy bien, pero entre la creación de la empresa con sus primeras series anunciadas y los lanzamientos reales de las mismas pasó casi un año, apareciendo sus cómics hasta marzo de 2005. Ya entrando en materia, el primer proyecto, Atomika, creado y dibujado por Sal Abbinanti, con guiones de Andrew Dabb, nos narraba el origen de un hombre homónimo del título, un ser atómico creado en los años treinta, con el detalle que en su realidad la Unión Soviética es mandamás y hace años conquistó a los gringos; el planeta entero se convirtió en una masa industrial llena de basura tecnológica, que se alimenta de la propia energía del centro de la Tierra. Tanto el bizarro concepto como el arte detallado conquistaron a la crítica y el público, convirtiéndose rápidamente en la serie más exitosa y vendida de Speakeasy, pero no la única. Otro cómic fue Rocketo, idea original de Frank Espinosa (que hizo desde el dibujo hasta la tipografía), coguionizada por Marie Taylor, historia futurista donde lo que la gente conoce de la civilización actual es gracias a los Mappers, únicos hombres capaces de guiarse en una Tierra donde el campo magnético es un desastre; aquí seguiremos las aventuras de uno de ellos, el joven Rocketo Garrison -pariente de Juan Garrison, creo yo-. La serie no sólo fue bien aceptada sino que ganó tres nominaciones a los premios Eisner de 2006.

El último cómic digno de mención  fue The Grimoire, escrita por Sebastien Caisse (aunque era por contrato y le pertenecía a la editorial), narraba la historia de una adolescente que sin deberla ni temerla heredó un grimorio de su madre, libro mágico que la volvió protagonista de una versión moderna de las historias de espadas y hechicería. Otras series de Speakeasy fueron Beowulf, Bio Boy, The Hill, Gatesville Company, Spellgame, Mutation, The Hunger y Smoke and Mirror, más algunos one-shots y recopilados de series de autor que antes habían sido editadas por otras compañías. Con lo antes narrado, cualquiera pensaría que el futuro pintaba bien para Speakeasy, pero desde el inicio tenía poco margen económico y para cuando los primeros cómics salieron, los ejecutivos debían hasta la gasolina. The Grimoire y Beowulf eran propiedad de la editorial, pero los autores de otras series comenzaron a quejarse de falta de pago y al no encontrar respuesta terminaron sus contratos y se mudaron a otras editoras. Caso especial el de Atomika, porque Sal Abbinanti tuvo confianza en la popularidad de la serie y optó por la autoedición con su propio sello, Mercury. Ante los rumores y el negro panorama, otros artistas anunciados por Speakeasy cancelaron su contraro aun antes de la publicación de su obra. La editorial inició acuerdos comerciales, tratando de explotar sus licencias (que eran pocas) e incluso vender la compañía. Todo falló y, finalmente, en marzo de 2006, con menos de dos años de trayectoria, Speakeasy publicó el último ejemplar de Beowulf que marcó el final de la editorial, arrastrando varias deudas tras de sí, que quiero pensar ya fueron liquidadas. Eso es todo por hoy, la próxima semana habrá efemérides. Adiós.

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