La década de los cincuenta fue una época interesante para los Estados Unidos. Por un lado, la crisis económica era ya sólo un mal recuerdo y el conflicto mundial de la década pasada los había colocado como la más sería aspirante a primera potencia; por otro, precisamente debido a la violencia ahí desplegada, se encontraban en la mira de todos aquellos países que, política y militarmente, ansiaban ese puesto. Era una época de desconfianza a todo lo lejano y diferente, destacando las políticas opuestas o, dicho más claro, el comunismo.Fue la época del Macartismo, corriente llamada así en honor al senador Joseph McCarthy, un hombre polémico por su notorio desprecio y preocupación por todo lo que sonara a socialismo. MacCarthy levantó continuas e infundadas alarmas sobre espías rusos, amenazas internas y soviets infiltrados en las más altas esferas del gobierno. Y contrario a provocar risas entre el ciudadano común, era tan grande el terror, que la mayoría aplaudían la implantación de medidas enérgicas contra todo aquel sospechoso de simpatizar con Lenin. Se dice que le pedían a los niños acusar a sus padres o maestros si tenían actitudes dañinas al país, algo que hoy nos sonaría a leyenda urbana si no hubiéramos visto actitudes parecidas tras el 11 de septiembre de 2001 (en la foto tenemos precisamente a McCarthy en actitud sospechosista).Y es que los niños eran a ojos de ciudadanos y políticos, el eslabón más débil. Tan manipulables que debían ser protegidos de la mala influencia, sobre todo de esos medios masivos que andaban por ahí sin supervisión (MacCarthy ya había tenido sus roces contra radio y periódicos, que cuestionaban su radicalismo). Bajo el amparo del macartismo, otros líderes morales y mediáticos comenzaban sus campañas privadas, ya no sólo contra el socialismo sino contra toda posible amenaza. Uno de esos líderes era el psicólogo Fredric Wertham que en 1954 saca a la luz su libro Seduction of the Innocent, donde advierte a los padres del daño que los llamados comic-books infligían en los niños (en la foto, el doctor Wertham, también sospechosista). Wertham llevaba tiempo analizando el contenido de los cómics y estaba convencido de que encerraban mensajes contradictorios a los valores y buenas costumbres que todo ciudadano aprende y defiende en su hogar. Según él, esto desembocaba en delincuendia juvenil y una vida criminal. Entre las observaciones más interesantes de su libro estaban:-Las conductas homosexuales de Batman y Robin, el cual usaba pantalones cortos como símbolo de que estaba sujeto a los deseos de Batman cuando lo necesitara(¡!).-El contexto fálico tras los héroes que usaban capa.
-La Mujer Maravilla como sadomasoquista y lesbiana, pues poseía una fuerza no propia de las mujeres (como vimos hace tiempo, DC ni siquiera negó las acusaciones contra Wondy)
-Actitud cuasi-nazi de varios protagonistas de cómics.
-Los cómics policiacos y de horror incitaban a los niños a imitar conductas criminales o grotescas (en realidad el público mayoritario de esas publicaciones eran adolescentes y adultos, los niños declaraban que los asustaban mucho). -Castigos físicos contra los niños en los cómics, algo contra lo que Wertham se postulaba fervorosamente en contra.
-Mensajes subliminales en imágenes, como senos o penes en los fondos u objetos (¿?).
El libro se ha reeditado muchas veces y se dice que ya es imposible localizar una edición idéntica a la original, ya que en un principio hacía citas específicas con nombre, número y página, de cada cómic dañino y su porqué, los cuales con el paso de los años tuvieron que removerse. Honestamente, quiero pensar que el doctor Weetham tenía buenas intenciones, como la mayoría de los censores; el problema radicaba en su visión tan cerrada que no daba lugar a réplicas o soluciones. El libro, aunque no era contundente y carecía de un método científico claro, levantó suficiente ámpula como para que el Senado de Estados Unidos llamara al autor y a varios publicistas a declarar sobre el tema. El resultado fue un llamado a los editores a formar una comisión auto-reguladora o de lo contrario, lo harían ellos mismos… Pero eso lo veremos la próxima semana.No podría terminar este post sin un par de datos curiosos: Primero, la Asociación de Tiras Cómicas se hizo de la boca chiquita y dijeron que ellos no eran comic-books y que estaban de acuerdo con que aquellos eran los malos, por lo que fueron excluidos de la regulación, con todo y que Wertham tampoco los veía con buenos ojos (según él eran un desperdicio de tiempo para los niños).Segundo, en los noventa, Sergio Aragonés uso como personaje al Doctor Wertham dentro de su miniserie satírica Fanboy. En ella se realiza un nuevo juicio contra los comics y el buen doctor es llamado a declarar, esta vez mostrándose arrepentido de su lucha previa y a favor de las historietas. Esto, desde luego, es falso, aunque antes de su muerte en 1981, Wertham ya era menos agresivo contra los comics y les concedía valor didáctico a algunos (sólo algunos). Él justificaba su actuar contra los monitos alegando que sólo estaba preocupado y jamás buscó la creación de un código censor, pero la verdad sea dicha, el doc sólo se olvidó de los cómics porque para entonces ya estaba muy ocupado luchando contra el otro gran mal: la televisión.Para todos aquellos que dudaban que mis post de la edad de oro llegarían a un final, prepárense para la próxima semana. Como dijera Stark…PD: El próximo viernes es el estreno mundial de Nalgas Frías #3, así que avísenle a todos sus amiguitos. Abur.