Denme un minuto para pensar un chiste...

ESTE ES EL CLUB DE LOS NO CASTOS

Y ya tenemos al Sodo que es como un Casto, así que el original no puede entrar. Bueno, sí puede entrar pero este será un post dedicado a DC, así que lo más probable es que no quiera hacerlo. Para el resto de visitantes que sean más tolerantes, hoy les presento tres cómics publicados por esa editorial durante la época de bronce que merecen ser comentados ya sea por su influencia o (en el último caso) por ser curiosos. A darle

-CAMELOT 3000.

Creada por Mike W. Barr y los hábiles trazos de Brian Bolland, es considerada la primera maxiserie de DC Comics (comenzó en 1982, tres antes que Crisis en las Tierras Infinitas, e incluso dos años antes que las Guerras Secretas de Marvel); duró doce números distribuidos a lo largo de 3 años y fue también el primer cómic de DC en venderse directamente en tiendas especializadas.

El planteamiento va más o menos así: en el año 3000 la Tierra ha cambiado mucho salvo porque los jodidos humanos seguimos metiéndonos en problemas a cada minuto y ahora se trata de una invasión extraterrestre. Cuando los ataques afectan a la nación de Inglaterra, una antigua profecía entra en función y Merlín, el Rey Arturo y toda su mesa redonda vuelven a la vida para protegerla. Pero mientras el rey y su hechicero resucitan así nomás en sus antiguos cuerpos, el resto de las almas han estado reencarnando en gente de esa época y corresponde al monarca despertarlos.

Así terminamos encontrándonos con casos bizarros como Sir Percival que es ahora un monstruo gigante producto de la genética y Sir Tristán que reencarnó como... ¡mujer! Y su antigua enamorada también está presente lo que provoca un conflicto lésbico-transgénero bastante agresivo para el cómic de los ochenta. Y ése no es todo el romance tempestuoso porque también resucitaron la esposa de Arturo y Sir Lancelot, gran guerrero pero también el hombre con quien le puso los cuernos la reina al rey, lo que mete más cochambre al asunto. Y para rematar, la invasión extraterrestre resulta ser dirigida por la reencarnación de la propia hechicera y hermana del rey, Morgana Le Fey, en complicidad con Mordred, que aquí es el hijo ilegítimo de Arturo y a quien su propio padre intentó matar en la antigüedad, así que no esperen una amigable reunión familiar.

Camelot 3000 es uno de esos grandes mitos del cómic que fue aplaudido por los críticos y abrió un nuevo mercado, el de los compilados, que es hasta la fecha el gran fuerte de DC Comics.

Y una de las consecuencias de esta serie es precisamente la que veremos a continuación.

-RONIN.

Todos aquellos que hayan leído alguna vez a Frank Miller pueden notar varias fijaciones en su trabajo, siendo quizá la más evidente su fascinación por la cultura japonesa: tanto a nivel argumental cuando habla de honor, ninjas y disciplina, como a nivel gráfico con su amor por el alto contraste del blanco y negro, tan propio del manga. Ya en Daredevil denotó su fetiche cuando creó a Elektra, Stick y La Mano, después al colaborar con Claremont en la primera miniserie de Wolverine se explayó sin miramientos al ubicarla en Japón con todo lo que eso implica. Pero es hasta que Miller abandona Marvel y se muda a la casa de enfrente que se descara con su miniserie Ronin.

Ronin fue una gran apuesta de DC Comics, pues siguiendo el modelo impuesto por Camelot 3000 se trataba de una serie autoconclusiva de seis números, de mayor tamaño, calidad y costo que los cómics tradicionales de la compañía, por lo que se presumía que sería adquirida por un público diferente al habitual... y así fue, pero también lo hicieron los lectores comunes por lo que se convirtió en un suceso de ventas.

Se publico en 1983 y el concepto era básicamente así: un samurái, cuyo nombre jamás se revela, en el Japón antiguo se convierte en mercenario y errante (es decir, un Ronin), pero en realidad es una máscara porque su misión es esconder una espada buscada por un demonio. Finalmente pelea con el mentado demoño colorado y ambos mueren durante el combate, pero no antes de que el maloso lance un conjuro que encierra las almas de ambos dentro de la propia espada. Todo bien hasta ahí, pero entonces saltamos a una Nueva York futurista y postapocalíptica, habitada por deformes y desprotegidos y gobernada básicamente por una compañía transnacional. Un sujeto de esa sociedad llamado Billy (y con aparentes poderes telquinéticos) tiene sueños en los que ve el Japón feudal y los eventos ya narrados. Investigando a qué se debe eso descubre que la espada ha sido encontrada y está siendo sujeta a experimentos que terminan liberando las almas encerradas... ¿y adivinen en quién se va a meter el alma del Ronin?

Ahí recomienza la lucha entre el samurái y su eterno rival, en la que Miller hace un desfile de varias de sus fijaciones como la maldad corporativa, los sablazos, las mujeres sensuales y mortales y personajes raros que rayan el cyber-punk. Todo coronado con un inesperado final que es mejor no destripar en caso de que tengan la oportunidad de leerlo.

Como dije se trató de un éxito de ventas y crítica y se dice, además, que fue gracias a Ronin que DC consideró la posibilidad de mantener los derechos de autor en este tipo de obras, lo que a larga permitiría la creación del sello Vértigo. Vamos a otra cosa.

-DC CHALLENGE.

Este es un producto muy curioso de la compañía que fue lanzado en 1985 y, por desgracia, sólo duró 12 números.

Déjenme explicarles el planteamiento para que vean lo interesante del asunto: el editor elegía un equipo creativo para el primer número y estos a su vez elegían un personaje protagonista para la historia (de preferencia un segundón para no afectar su continuidad, pero no era obligatorio); hacían el cómic normal con la condición de que no concluyeran la historia al final del número, es decir que acabará en un clímax y tenía que ser uno bueno, algo que pareciera irresoluble (por ejemplo, un meteoro a punto de chocar con la Tierra y el protagonista del otro lado del mundo); y para el siguiente número... ¡cambiaban al equipo creativo!

Un nuevo guionista y un nuevo artista a los que se les prohibía hablar con el equipo anterior antes de que se publicara el cómic, de modo que se enteraban al mismo tiempo que los lectores de cómo acabó la historia y tenían que idear de la nada un modo de resolver el desastre que dejaron sus predecesores y al mismo tiempo meter un nuevo héroe protagonista. Y algo más, el equipo creativo anterior elegía el título del siguiente episodio por lo que si lo nombraban Invasores de la Dimensión Bullpenera, el nuevo escritor tenía que idear como encajar eso con su guion.

Como mencioné antes, este experimento duró 12 números, tras los cuales el cómic se canceló, no tanto por las ventas que no eran millonarias pero aceptables, sino porque se cruzó La Crisis en las Tierras Infinitas y la continuidad debía ser reajustada lo que hacía este concepto incompatible.

Los autores invitados al proyecto fueron desde el hilarante Mark Evanier hasta el experimentado Roy Thomas y hasta donde sé no existe un recopilado, lo cual es una lástima porque debió ser divertido. Un día deberíamos aventarnos un Polo Challenge los blogueros de aquí a ver qué clase de esperpento resulta.

Por hoy es todo, la próxima semana regreso con Marvel para que el Casto no se agüite. Y mientras tanto, en nuestra gustada sección Clásicos del Polo, pondré algo melancólico porque la mitad del staff está de luto por la eliminación de las Chivas en el Torneo... No somos nada. Adiós.